Yo suelo comparar a la vida como un viaje en  tren, pero conforme voy cumpliendo años me voy dando cuenta que ese viaje va cambiando de sentido y de color, por ello hoy en este pots distingo y agudizo el sentido de la vida y ese hermoso viaje que realizamos.
 Cuando nacemos  todos viajamos en tren
vamos bajando y subiendo en cada estación
y  así cambiamos de vagón,  lo hacemos con
gran ilusión son los años lindos de la tierna
juventud.
No le damos sentido a la vida, siendo
honesto y dando amor, vamos demasiado
deprisa, sin tiempo de pensar que al final
de este viaje,  lo único de nosotros que ha
de quedar aquí, es el amor que sepamos dar.
Nada hay tan seguro, en este maravilloso viaje,
como  la muerte y ella como fiel amante,
sin duda alguna nos ha de esperar, pero
somos jóvenes he incautos y no hemos de
pensar.
Vivimos de prisa a esta edad, viajamos sin
aliento, en un tren de alta velocidad, sin darnos
cuenta, que la vida es muy corta y que en un
soplo, un último viaje, nos  puede esperar
en cualquier lugar.
Es muy corto el camino a veces que
recorrer, otras es largo con baches y hostil,
subimos  y bajamos de lugar en lugar
y nunca pensamos que allí se nos
puede acabar.
No perdamos el tiempo y si tenemos
la suerte, de viajar en primera mucho
mejor en la vida hay clases sociales y
siempre las ha de haber.
El consuelo será que final del camino
todos vamos a parar al mismo lugar,
altos ,bajos, ricos y pobres, guapos
y  feos sin poderlo remediar.
Por eso vivamos la vida en cada
subida, porqué las bajadas nos
esperan sin falta, es la dura vejez
y podemos tropezar y no volver
a viajar.
La vida con amor he ilusión resulta
siempre  mucho mejor no ha de
preocuparnos si hay gente, que
viaja siempre en primera, ya les
llegará su día.
Existen los que  sólo valoran el dinero
y la suerte que tienen y  jamás piensan
que al final del trayecto, todos iremos a
parar al mismo aposento.
Cuando este tren para, no hay  dinero
que valga, no  hay clases sociales no hay
enchufes ni amigotes, ni billetes de
primera,  allí nadie es más que nadie,
todos somos iguales.
Al final del largo viaje,  sólo habrá una losa,
y un nombre que recordar para algunos
eso si tienen suerte y para otros quizás
ni tan siquiera eso, nada dejaron tras
de ellos, no supieron dar ni recibir, ni
amar ni vivir.
Carmen